NASA. Un asteroide de 350 metros de diámetro detectado en diciembre de 2024 mantiene en alerta a la NASA y otras agencias espaciales por su inusual trayectoria hacia la Luna.
El objeto celeste 2024 YR4, que viaja a casi 90.000 kilómetros por hora, tiene actualmente un 4,3% de probabilidad de impactar contra nuestro satélite natural en 2032, según cálculos del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL).
Aunque las cifras podrían cambiar con nuevas observaciones, los científicos advierten que el verdadero peligro no sería el choque en sí, sino las consecuencias indirectas para la infraestructura tecnológica mundial.
La preocupación principal radica en los cien millones de toneladas de escombros lunares que podría expulsar el impacto al espacio, según estimaciones del Instituto SETI. Esta nube de fragmentos y polvo quedaría atrapada en las mismas órbitas donde operan miles de satélites esenciales para comunicaciones, navegación, meteorología y sistemas financieros.
La destrucción o inutilización de estos equipos provocaría interrupciones masivas en servicios globales, con efectos comparables a retroceder décadas en desarrollo tecnológico. Los expertos señalan que la humanidad moderna depende de manera crítica de esta infraestructura espacial, lo que convierte cualquier amenaza orbital en un riesgo estratégico de primer nivel.
El caso se complica aún más porque la sonda de observación que la NASA planea enviar para medir con precisión la órbita del asteroide podría, paradójicamente, alterar su trayectoria.
Un leve impulso gravitacional bastaría para que 2024 YR4 atraviese un «ojo de cerradura gravitacional«, una zona donde las fuerzas combinadas de la Tierra y la Luna redirigen objetos hacia rutas de colisión. Alistair Dodds, investigador del JPL, compara la maniobra con «enhebrar una aguja cósmica a ciegas».
Las agencias espaciales deben ahora diseñar estrategias preventivas antes de 2029, el límite ideal para intervenir sin requerir enormes cantidades de energía.
Entre las opciones sobre la mesa figuran dos técnicas probadas: el impactador cinético, demostrado exitosamente en la misión DART de 2022, y el tractor gravitacional, que consiste en situar una nave masiva cerca del asteroide para modificar gradualmente su recorrido mediante atracción mutua.
Ambas alternativas demandan coordinación internacional y años de preparación meticulosa. La NASA rebajó en abril de 2025 la probabilidad de impacto directo con la Tierra a menos del 0,001%, pero reconoce que el caso ha expuesto la vulnerabilidad de los sistemas espaciales contemporáneos frente a objetos relativamente pequeños.
El episodio de 2024 YR4 marca un punto de inflexión en la defensa planetaria moderna: ya no se trata únicamente de prevenir catástrofes físicas, sino de proteger la red tecnológica que sostiene la civilización actual. A medida que se descubran más objetos potencialmente peligrosos, las misiones de seguimiento y desvío se volverán rutinarias.
El desafío consiste en reaccionar con la velocidad suficiente para evitar que una alteración imperceptible transforme una sombra silenciosa en una amenaza tangible capaz de paralizar al planeta entero.





